sábado, 29 de marzo de 2014

Capítulo 3 | En lo que la luna sale en marzo (borrador)

- ¡Ya estoy en casa mi señor! - por el tono de voz era claro que lo decía irónicamente, como siempre.

Cargando con dos bolsas de plástico del supermercado más próximo, al conseguir abrir la puerta, salió lo más rápido que podía dirección a la cocina para soltarlas. Una llena de carne, otra con verduras, legumbres y otras cosas que no eran de carne. Últimamente, con el exquisito paladar del invitado de comer solo carne, no había manera de conseguir que la cartera soltará mas dinero para otros productos, pero hoy había tenido suerte con un boleto ganador en un sorteo y con el dinero extra que consiguió pudo comprar algo más que no fuera, carne. Estaba empezando a odiarla.

- Podrías ayudarme aunque sea un poco, ¿no? - Empezaba a desempaquetar y a ordenar - ¡Venga vamos! Se de sobra que ya te encuentras mejor, debes de dejar de autocompladecerte y hacer otras cosas. No te quedes ahí en la puerta. No. No me mires así, ya hemos hablando muchas veces de esto, tienes que animarte. Si, puedes ir poniendo la carne por ahí. ¡No te la comas y ponte guantes antes! ¡Como te comas eso no cenas hoy!

Después de almacenar todo correctamente, salieron al jardín interior. Aun estando en la ciudad, la familia había construido la casa de forma que el sol siempre pudiera entrar en el interior mediante un mecanismos de espejos en sitios claves, de tal modo que ese jardín era casi un lugar de retiro familia. Sabia que hasta dentro de dos meses, hasta el verano, podrían estar allí sin problemas.

- ¿Sabes? Aquí puedes quitarte la sudadera, nadie puede ver desde el exterior. Estas a salvo - una voz poco familiar, pero realmente deseada de escuchar, sonó por encima de su voz.
- Lo sé - silencio - Te creo - silencio - Pero... tengo miedo - esta vez fue Ashley quién habló más alto
- ¡Basta! ¡Espabila! - Toma una bocanada de aire - Si al final no puedes volver, no creo que pueda con esto mucho tiempo más. No sé como será allí, pero a mi el dinero no me cae exactamente del cielo y se me está acabando para los dos. 
- Si soy una molestia solo tienes que decirme que me vaya - Ashley observo que se encogió, tenia miedo.
- Sabes perfectamente que no voy a decirte eso - respiró y habló más calmadamente - Pero si sabes que hay que hacer algo, tenemos que buscarte un trabajo o algo con lo que me puedas ayudar seriamente.
- ¡No puedo salir! ¿Qué pasaría si alguien se fijara en mi? - A la vez que se encogía como si fuera una ilusión, su voz temblaba cada vez más.Tenia miedo se estaba poniendo nervioso, eso es malo.
- Ya nos encargaremos que eso no pase - señalo con el dedo a la llave de su pecho - ¡Con eso! Me explicaste su funcionamiento y sabes de sobra que si yo lo hice, fue porque no tuve más remedio
- No quiero que me cojan los tuyos y me abran en canal para ver como funciono - Respiraba más acelerado que de costumbre
- Debes de dejar de ver películas de miedo - con el tono justo de voz, Ashley iba a zanjar de una vez por todas este problema - Vamos a volver. He conseguido que mi tío me preste su caravana, ya sabes esa mezcla de casa y coche que viste en la televisión, si esa. Bien pues podemos establecernos en una zona donde estemos seguros y así mientras tu investiga y te da un poco sol, yo investigaré por el pueblo.
- ¿Podremos estar cerca del epicentro? ¿Conseguirá ese trasto pasar por las dunas? - Al oir a Ashley afirmarle sus preguntas, se relajo - ¿Cuando nos vamos?
- El trato aun no ha acabado - Se levantó del banco donde estaba sentada - Ya te he dicho que tendrás que trabajar y tranquilo, estarás solo y será por la noche. Es sencillo, estarás dentro de una cabina dando tiques para unos aparcamientos. En la noche y con esa sudadera que tanto te gusta, pasaras inadvertido y no tendrás problemas.
- ¿Tengo más remedio?
- No
- Ya me parecía - Por primera vez, Ashley vislumbró una sonrisa en sus labios, no le parecía mal la idea. Bien.
- ¿Y ahora me vas a contar por qué tenias miedo hoy?
- He visto un documental sobre extraterrestres y lo que hacían los tuyos con batas blanca y he tenido una pesadilla.

Se rieron. Los dos. De verdad. Las cosas entre ellos habían sido difíciles, pero poco a poco la desconfianza se convirtió paulatinamente en amistad, una gran amistad, para algunos seguramente, difícil de entender.