Una jaula, etérea, inmaterial, incorpórea, ahí es donde yazco. Lugar donde me encerraron para protegerme, lugar donde sabiéndolo o no, me cortaron mi libertad. Alas, en perfecto funcionamiento y listas para funcionar y como una cojera psicosomática, no puedo utilizarlas aun cuando la puerta de mi mundo está abierta ya que los que portan fuego en sus espadas y blancas plumas están fuera de cobertura.
Destellos de azules resplandores, rebotan en mis ojos oscurecidos por la tristeza, salen dispares de las metálicas alas de mi cuerpo, tranquilas como el Duero, surcan mi costado esperando encontrarse con la salida que le impide seguir adelante el verano abrasador, incinerador y seco. Ya el pico sale de la cueva, pero el mundo exterior me deslumbra demasiado.
